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son las que hacen que, a tan solo un mes de estar de novio, mi hermano se hace acreedor de una invitación al casamiento de mi prima el viernes que viene, con el nombre de su novia prolijamente manuscrito en el sobre (solamente el primer nombre, sin apellido). Y en cambio yo, aunque superando holgadamente ese tiempo de relación, no obtengo lo mismo. Supongo que ustedes dirán que es culpa mía, que soy yo el que debería haber presentado a mi novio con el ímpetu suficiente (o presentarlo, punto) como para que sea considerado necesario invitarlo por el resto de la familia. Pero lo que sucede es que no es así. La realidad es que habrá sido mi tía la que le habrá preguntado a mi vieja "¿y los chicos están de novios?", al momento de distribuir las invitaciones, y entonces mi madre no habrá tenido mejor idea que cononizar el proyecto de relación de mi hermano con su novia, otorgándole entonces el rango de oficial, e ignorar mi caso. Claro que no causaría ninguna sorpresa el hecho de que yo no requiera más de una plaza para este tipo de eventos, tal como ha sido siempre.

Siempre he fantaseado con aquello de presentarme como solo, constantemente, siempre me he preguntado cuando sucedería que quienes intereactúan socialmente conmigo comenzarían a requerir mi presencia con acompañante. Pero supongo que esa es otra característica mía. Hoy ya me doy cuenta que no son ellos los que van a demandar nada de mi, sino yo el que tengo que resolverlo.

Pero hablando de avances, no puedo dejar de mencionar lo que me pasó esta semana, en mi sesión de terapia. (que en realidad no es de frecuencia semanal, sino "tres veces por mes", cosa increiblemente dificil de programar). Finalmente y luego de muchos meses, y hasta años, me armé de valor para invitar a la terapia a alguién más que yo, a abrir el juego a quienes en esas largas sesiones aparecían solamente como nombres que interactuaban y participaban de mis preocupaciones como actores ajenos, y sin embargo determinando casi todas mis acciones, preocupaciones y vicisitudes. Llevar a mi hermana fue algo así como empezar por lo más facil, si, pero a la vez fue espectacular y excelente. Y totalmente liberador. Fue una experiencia encantadora poder hablar con ella de todas aquellas cosas que nos queríamos decir hace siglos, pero que por nuestras propias trabas, que reconocemos y que cargamos con ellas como una herencia de la que no podemos renegar del todo por nuestro propio amor a lo que nos tocó ser, no habíamos podido enfrentar antes. Y fue tan fácil que nos sorprendió a los dos. Las palabras fluyeron casi como si fueramos aquellos hermanos compinches que ambos siempre pensábamos, cada uno por su lado, que podríamos haber llegado a ser.

Y sí, recalcando mi costado efectista y excitista, no puedo dejar de mencionar que hasta mi terapeuta se emocionó. Lo bueno es que estas cosas te dan como sed de más.