el viaje había sido largo y cansador, claro dormir en bondis no siempre es lo más aconsejable para nuestra humanidad, aunque sí para nuestro bolsillo, todo era por un pequeño capricho mío en realidad, o quizás no, no recuerdo del todo. Solo tengo presente que el tema siempre me había fascinado desde el momento en que había dado con un pequeño suplemento de la revista "Muy Interesante" en el que se hablaba del fenómeno. De cómo era tan increiblemente perfecto el diseño de las líneas, de cómo solamente podían apreciarse desde muy arriba, tan arriba que los habitantes de ese entonces no habrían tenido la posibilidad de hacerlo con sus limitaciones tecnológicas. Para mi sorpresa allá lo escriben con "S" y no con "Z". Nasca, Cusco. Parece raro pero es así. La atracción turística venía acompañada de un componente esotérico importante. Pero la restricción económica solo nos permitía apreciarlas desde el llano nada de avionetas fokker, o john john kenedies. Asi que camimanos a la vera de aquella panamericana, que increiblemente es la misma que hoy te lleva al SIC y al country, fruto de alguna vena que se abrió en américa latina, alguna vez. en realidad no había nada demasiado impresionante para ver, solo los esfuerzos de Maria Reiche por estudiar la geometría de aquello que tanto la intrigó en vida, y de paso la ayudó a escapar de algún país industrializado. Comimos unos mangos exquisitos, y caminamos mucho. Caminamos tanto bajo ese sol que te parte, y nos conectamos con lo que vino antes que nosotros, con aquello que Kubric trató de representar a través de unos primates enardecidos golpeando fierros. Asi que como seguramente Reiche y Darwin debían de compartir muchas visiones parecidas del mundo y quien sabe algo de sangre vienesa, en el desierto de Nazca, justo ahí donde algún genio decidió ubicar una ruta que corta por el corazón a un lagarto, hicimos lo que todo hombre siempre ha querido hacer: evolucionar. Claro que cómo la naturaleza ha sido generosa conmigo y me ha dotado de un pelaje privilegiado yo me encargué del más neanderthal de todos. Los rubiecitos para el frente.
Siempre pienso en qué habrán pensado aquellos pasajeros del bus "El Ormeño" que indiscretamente fue testigo de nuestra magnánima tarea, al desvirgar aquella ruta solitaria.