Me sorprendo a veces con mi propia versatilidad. De un día para el otro, así como si nada, de vuelta soy un tipo muy normal con un laburo muy normal, que sale a caminar por tribunales y mira a la gente pasar. Y se toma el subte lleno y usa traje. Y de vuelta tengo los 1000 años que siempre creí tener en estas oficinas, y de vuelta me siento feo y viejo y gris. Haya laburado uno o 1000 días, el sentimiento es el mismo y con igual intensidad, no hay graduación, lo he comprobado. Pero la diferencia es que hoy ya no me importa. Que me siento en algún bar a almorzar y leo el Clarín de cortesía y no me importa más nada. Me pido unos
ñoquis con salsa fashion por $6,50 y tengo el mundo a mis pies. Miro a la gente que se encuentra para almorzar y discute sobre estupideces y me reconforta. Y en mi oficina me hago un café y me desplomo frente a mi compu y, nuevamente, no me importa más nada tampoco. En alguna medida soy feliz así. Y está bien. Ya no puedo encontrarle la forma de sufrirlo para castigarme, como en algún momento se lo encontré. No más ritos órficos. Mi conciencia está libre de culpa. Los posibles motivos y argumentos siguen siendo los mismos y siguen estando a la vista, pero ya no tienen la misma intensidad, ya no me asustan.
Sí, soy parte del sistema... de vuelta... y me resbala, me da igual, dame mis pastas del mediodía y mi café de la tarde, ah y mi conexión sin restricciones a internet y soy, al menos en apariencia, aquel que tanto temía ser. Pero diferente. Distinto, diferente y en paz. ¡Señores estoy bien! aunque no me crean, aunque todos se conspiren para decirme repa : esto no es lo tuyo, ja! ¡qué saben uds sobre qué es lo mío! suficiente tiempo lo he pensado yo como para que al menos me den algo de crédito, uds nóveles observadores, no quieran opinar sobre un tema del cual se han escrito tratados y derramado lágrimas.
Y entonces de manera aleatoria me viene a la mente un recuerdo
the office, martes, 10.15 am, oficina piso 12, bartolomé mitre y san martín, tres hombres de corbatas pero en mangas de camisa se esfuerzan por saltar arriba de un sillón ergonómico de cuero que está dado vuelta y apoyado sobre el piso. El mecanismo de aire a comprimido de la silla, el que le provee la torsión, se encuentra averiado y los tres hombres, cada uno en su turno, intentan presionar fuertemente la base de la silla para destrabarlo. La presión necesaria para destrabar el mecanismo es muchísima asi que los hombres se ven obligados a apoyar íntegramente su peso sobre el sillón que sigue patas para arriba. A tal punto que uno de los hombres comienza a saltar encima del sillón para lograr su cometido golpeando con sus pies el sillón con todas sus fuerzas en cada caída y emitiendo un ruido fortísimo. En ese momento pasa caminando una mujer que trabaja en el mismo piso pero un poco más alejada, mira la escena de los tres hombres, aminora un poco la marcha pero no llega a detenerse del todo. Cruza miradas rápidamente pero instantáneamente recupera su destino y desaparece de la escena. El hombre que seguía saltando ruidosamente encima del sillón ergonómico se detiene exhausto, se seca el sudor de la frente con la mano y suspira.