Supongo que si viviera afuera, cosa que no me sucede al menos por ahora, no extrañaría el mate ni el dulce de leche, ni los bondis ni tampoco a los tacheros, ni siquiera a la costanera o el hotel Faena. Lo único que de verdad extrañaría sería una simple ceremonia que es lo más autóctono que he encontrado para identificarme como porteño. Algo que desde que lo descubrí me conecta con eso que sé que tengo adentro por el hecho de haber nacido y crecido en esta ciudad. Y que aunque me haya pasado la mayor parte de mi vida en entornos extranjerizantes, ese delgado "link" a la pacha mama no lo he perdido. Esa ceremonia de la que hablo es de una gran sencillez y se trata, simplemente, de ir comer unas pizzas con cerveza, de parado, al Guerrin, en Avenida Corrientes. Hoy lo hice y reafirmé mis votos. Y ojo, no es lo mismo ir a sentarse a las mesas, hay que hacerlo de parado. Y hay que tomar un Balón, esa medida de cerveza tan argentina que me remite a los mediodías de domingo y los mozos engominados. El lugar no será gran cosa, la piza debe ser mucho mejor en otros lados donde tengan thin and crispy, que se yo, pero el desfile de señoras con tapados y peinados exagerados que salen de ver teatro de revista es impagable; y el cartelito que reza "tarjetas momentáneamente suspendidas" que junta polvo desde hace más de 7 años, es un buen resúmen de la argentinidad.